La crisis en el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro no da tregua, y ahora, las miradas apuntan a un silencioso pero evidente símbolo del deterioro: el llamado “panteón del Metro”, un terreno donde yacen decenas de trenes muertos, abandonados, desmantelados y olvidados.
En imágenes difundidas por la cuenta especializada Metro Viral, se observa una larga fila de vagones varados en una zona de vías no especificada. Las unidades no tienen puertas, ventanas, asientos ni respiradores.
Algunos trenes están completamente desnudos, como esqueletos metálicos a la intemperie, expuestos al sol y al tiempo, sin la mínima señal de mantenimiento o recuperación.
Según lo reportado por Metro Viral, estos trenes han sido canibalizados: sus piezas son extraídas para intentar mantener en funcionamiento otras unidades que siguen operando en las líneas activas. No hay custodia, no hay movimiento técnico visible, y todo apunta al abandono.
Más del 45% de los trenes están fuera de servicio
La denuncia no es menor: de acuerdo con sindicatos del Metro y diversos reportes periodísticos, más del 45% de la flota se encuentra fuera de servicio por falta de refacciones.
En números reales, eso implica que al menos 145 trenes están detenidos, lo que genera un fuerte impacto en la frecuencia, velocidad y calidad del servicio.
La solución emergente ha sido usar trenes enteros como fuente de repuestos. El problema: esto perpetúa la crisis, porque ninguna unidad es completamente rehabilitada y el sistema se sostiene sobre piezas rescatadas y remiendos mecánicos.
Un cementerio que retrasa a millones
Los usuarios lo padecen todos los días: retrasos de hasta 10 minutos por tren, andenes reventando de gente y traslados cada vez más lentos. El famoso “panteón del Metro” no es solo un símbolo del abandono, es una de las razones del caos diario en el transporte más utilizado de la capital.

Mientras tanto, las autoridades del STC no han dado una postura oficial sobre estas imágenes ni sobre el uso sistemático de trenes como bancos de piezas. Las fotografías circulan y el enojo crece: mientras los vagones muertos se oxidan, los usuarios se sofocan en espera de un tren que nunca llega a tiempo.