Querétaro

Maternar sin perderse: el arte de criar sin que duela

Columnista Laura Aguilar.
Columnista Laura Aguilar. /Cortesía.

En un mundo que nos enseñó que ser madre es sinónimo de sacrificio, hay una nueva generación de mujeres que está dispuesta a escribir otra historia. Una donde la maternidad no sea la renuncia a sí misma, sino una expansión del alma. Porque sí, se puede maternar sin desaparecer. Sin entregarlo todo. Sin dejar de ser.

Durante décadas, nos contaron que una “buena madre” era la que se postergaba, la que lo daba todo sin pedir nada a cambio, la que se quedaba siempre al final. Pero esa idea, aunque revestida de amor, también sembró silencios, cansancio, y una profunda sensación de pérdida en muchas mujeres. La maternidad no debería doler. No debería ser sinónimo de abandono propio.

Hoy sabemos que una madre feliz cría hijos más seguros. Que una mujer conectada con su deseo, su propósito y su bienestar emocional, es una guía más luminosa para los suyos. Y, sobre todo, que no tenemos que elegir entre cuidarlos a ellos o cuidarnos a nosotras. Podemos —y debemos— hacer ambas cosas.

Según la American Psychological Association, el 73% de las madres experimenta algún nivel de culpa en el primer año de crianza. Culpa por trabajar. Por descansar. Por no saberlo todo. Pero la culpa no es una brújula: es una herencia cultural que podemos dejar de cargar. Maternar no es hacerlo perfecto. Es hacerlo presente. Y para estar verdaderamente presentes, necesitamos estar bien con nosotras mismas.

En países como Suecia, Noruega o Dinamarca, donde la corresponsabilidad familiar está integrada al sistema social, las madres reportan hasta un 40% menos de ansiedad postparto que en países latinoamericanos. ¿La diferencia? Maternan acompañadas, no solas. No se espera que lo hagan todo, ni que lo hagan sin descanso.

El problema no es maternar. Es el modelo que nos vendieron. Uno en el que el sacrificio es virtud, el agotamiento es invisible y el autocuidado es egoísmo. Pero no somos mártires. Somos mujeres vivas, llenas de sueños, ideas, deseos. Y nuestros hijos no necesitan una madre perfecta, necesitan una madre real.

Maternar sin sacrificio no significa desinterés. Significa equilibrio. Significa poner límites, pedir ayuda, tomar un respiro sin culpa. Significa que también tienes derecho a tus pasiones, a tus espacios, a tu silencio.

Como escribió la poeta Rupi Kaur: “No naciste para vivir al borde del colapso por amor a otros. Naciste para habitar tu cuerpo y tu historia con dignidad.”

Este nuevo paradigma no es fácil, porque choca con siglos de expectativas. Pero es posible. Y muchas mujeres ya lo están viviendo: maternando con amor, sí, pero también con conciencia, libertad y ternura hacia ellas mismas.

Porque el amor más profundo no se demuestra desdibujándose, sino creciendo. Que maternar no sea el fin de ti, sino una de las tantas formas en que floreces.

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